Coautoría: Cecilia Zepeda / Alicia González
La tristeza forma parte de las emociones básicas y normales del ser humano. Es la expresión del dolor afectivo, es la emoción que se siente cuando se ha perdido algo importante, cuando algo causa decepción o cuando ha ocurrido alguna desgracia que afecte a la persona u otros.
En alguna etapa de la vida, todas las personas han experimentado momentos de tristeza, este es un fenómeno temporal y en ocasiones habitual ¡Estar triste de vez en cuando es algo completamente normal! La mayoría de las veces, la tristeza se debe a una pérdida o separación, a un cambio difícil, a que hay algo o alguien que ha causado decepción o a problemas de relación, entre otros. Sin embargo no es el fenómeno lo que causa los estados de tristeza sino la interpretación que la persona da al mismo.
A veces, la tristeza se mezcla con otros sentimientos. Cuando se está triste, también se puede sentir molestia o culpa; para con otras personas o a sí mismo. Pueden haber momentos en que la tristeza sea la reacción más natural y adecuada: por ejemplo, ante el fallecimiento de un ser querido, o ante alguna otra importante pérdida irreparable. En esos casos, la tristeza proporciona una especie de refugio reflexivo, de duelo necesario para asumir esa pérdida y ponderar su significado.
Uno de los principales motivos de la duración e intensidad de un estado de tristeza es el grado de obsesión que se tenga ante la causa que ha producido la tristeza. Preocuparse más de lo debido por esa causa, sólo hace que la tristeza se agudice y se prolongue aun más. Aislarse, dar vueltas y vueltas a lo mal que se siente la persona, o a los nuevos males que se pueden sobrevenir, son excelentes modos de prolongar ese estado.
En algunas ocasiones, la persona se aferra a la tristeza porque conlleva un estado nostálgico y “dulcemente” melancólico que evoca el recogimiento interior, el amor y la compasión por los demás seres, incluso le motiva para escribir poesía o iniciar otro tipo de actividades artísticas. En este estado resulta fácil dejarse llevar por la tristeza, la alimenta la persona con pensamientos de tipo “no puedo evitarlo”, “no tengo fuerzas”, “no puedo más”. Se refugia en sus propios lamentos en lugar de hacerle frente a la vida, y desaprovecha las oportunidades que se le ofrecen para cambiar esta condición.
Cuando la tristeza dura mucho tiempo, es demasiado intensa e impide que una persona disfrute de las cosas buenas de la vida, se convierte en una dificultad que necesita mayor cuidado y asistencia de un profesional en el área de la salud mental. Para abordar estos estados es necesario no solo fijarse en los síntomas, sino también abordar las causas que lo originan, entendiendo estas causas como la forma en que la persona interpreta la situación que le aqueja.
El plan de abordaje, busca convertirse en un plan de vida para la persona, un plan que le ayude a conocerse mejor para superar dichos estados y continúe con nuevas perspectivas y nueva formas de interpretar las situaciones difíciles o cotidianas que le sucedan.